martes, 14 de diciembre de 2010

La avenida Kirchner, maquillada

Casi inmediatamente después de la muerte de Néstor Kirchner, el Honorable Concejo Deliberante no tuvo reparos en sesionar rápidamente aprobando el cambio de nombre de la Avenida Roca, desde Avenida Alem hasta el empalme con la Ruta Nacional 38, por el de Avenida Presidente Néstor Kirchner.

Esa demostración de las habilidades ejecutivas y obsecuentes de nuestros representantes dio como resultado una apresurada 'lavada de cara' de la ya deteriorada ex avenida Presidente Roca, consolidando un extraño paisaje. 

Tan rápido fue todo: el deceso de Kirchner, el bombardeo de especulaciones sobre el futuro político del país por parte del periodismo opositor, las inacabables apologías de los medios oficialistas, que faltaban las horas del día para poder atender tantas campanas. Pero nunca es poco cuando sobreviene una noticia tan nefasta para unos y tan admonitoria para otros. Pocos fueron los que callaron y suspendieron el juicio ante el hecho político más importante del año.
Nuestros funcionarios no se incluyeron en ese conjunto. Inmediatamente se sumaron a los muchísimos homenajes y discursos laudatorios hacia el difunto desde el peronismo, facción que trata de mitificar la imagen del kirchnerismo, en vista a las próximas elecciones. 

Pero en Tucumán fuimos un paso más allá, y nos pusimos a la altura de Río Gallegos, donde también se cambió el nombre de una calle, que casualmente se llamaba Presidente Roca. Con la única diferencia que esa determinación forzó la renuncia de la titular de la Comisión de Toponimia, Edda Zanarello. La funcionaria dijo a una radio de Río Gallegos: “siempre en un cambio de nombre o la imposición de un nombre a una calle no nominada, pasa por la Comisión de Toponimia, pero acá a los concejales les agarró un ataque de urgencia e hicieron todo a ese nivel sin que pasara por la comisión de vecinos que, con mucho gusto, hubiera aportado como lo hacemos siempre.”

Mientras tanto en nuestra ciudad, nadie renunció, ningún funcionario expresó malestar por haber sido “puenteado” en la instrucción de urgencia de tamaña medida. Finalmente, nos queda una avenida cuyo maquillaje nos recuerda el rostro de una vieja meretriz que ya no tiene paciencia para detalles como corregir el rubor o arquearse las pestañas con esmero. Una veloz aplicación de rouge, un poco de perfume barato, y nuevamente a la calle.

Nueva Sustancia recorrió la avenida Kirchner (inútil llamarla flamante) y pudo observar la inmensa diferencia entre lo nominal y lo real de la ex avenida Roca. La importante arteria presenta innumerables baches, saltos, precarios arreglos que son resabio de obras de la compañía de aguas SAT y sus incursiones cloacales, además de pozos de todas formas y tamaños. Sobre ese terreno escabroso, y sobre el peligro que representa para ciclistas y motociclistas, se pintaron líneas blancas que marcan los carriles. Esos carriles que ya por costumbre ignoran los conductores de camiones, taxis, colectivos, automóviles y funámbulos ciclistas que por ella transitan. Vimos a obreros municipales decorando los postes de luz, los árboles de la platabanda, los cordones de las aceras, ensayando sendas peatonales, todo ello con el aplomo de quien esconde la basura debajo de la alfombra.

En realidad, no hace falta conocer los secretos de la ingeniería civil para observar el estado calamitoso del pavimento de la nueva avenida Kirchner. El panorama político de la argentina después de la muerte de Kirchner hizo que se movieran recursos de manera urgente, en vistas de proporcionar una apariencia mítica del difunto presidente del PJ.  En el marco de esos intentos queda el caprichoso cambio de nombre.

En cuanto a la avenida, el caos vehicular domina el panorama, como de costumbre, sobre el mismo cemento agrietado y mal parchado, pero con otro nombre, un nombre que nos recordará durante mucho tiempo la obsecuencia y la falta de sentido común, la falta de auténtica buena voluntad por parte de la dirigencia política para solucionar los verdaderos problemas de los ciudadanos.

Sobre todo teniendo en cuenta que el 51% del presupuesto está destinado a la obra pública, y que ese presupuesto fue fuertemente elevado por pedido del intendente Domingo Amaya, quien consiguió 698 millones de pesos para el 2011, la vieja fórmula latina (Catón) Res non verba,  refleja lo que exige la población en lugar de maquillajes inoportunos y obsecuentes que dilapidan el erario municipal.

Por último, si comúnmente a las avenidas se les llama “arterias”, a esos baches y montículos de desprolijo y peligroso asfalto podríamos llamarlos “ateromas”. Y esperemos que sólo hasta allí llegue la comparación. Porque se llame como se llame, los vecinos necesitan, más que de la pintura y las inauguraciones, más que del circo político sobre un terreno escabroso, de la buena salud de su ciudad.

CDD

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